miércoles, 19 de enero de 2011

Great Expectations

Hank se sentó delante la vieja máquina de escribir y notó como si el peso del mundo descansase bajo sus hombros. No supo cuanto tiempo estuvo ahí sentado, ante su amiga, su confidente, su juez y, algunas veces, su ejecutora.

Todos sus dias empezaban del mismo modo, se levantaba dispuesto a comerse el mundo, con una fuerza y un vigor que le invitaban a dar lo máximo de si mismo. Pero hasta cuando puedes dar cuando no sabes quien eres? Hasta donde puedes llegar cuando no sabes realmente donde te diriges?

Este era el gran problema de Hank. Hank habia intentado de mil modos distintos vivir su vida, siempre con la idea de hacerla algo digno, algo bello y algo por lo que valiese la pena luchar. Pero pocas veces se habia atrevido a mirar dentro de si. Pocas veces se habia dejado llevar y ver por donde le llevaba la corriente, asustado y sin la confianza suficiente para aceptar los hechos tal como son y las cosas tal y como nos vienen.

Hank habia vivido con miedo. Habia vivido con miedo de ser quien era y luchar por si mismo. Y como todas las personas que viven con miedo, Hank se habia equivocado.

Sin embargo, Hank no se sentia triste. Hank habia visto mundo, habia conocido grandes personas y muchos caminos, Hank habia visto lo que habia de bello en el dolor y lo que habia de trágico en el amor. Hank habia leido los mejores autores y algunas de las obras de arte más bellas que el hombre haya creado nunca.

Y quizás, y esto es lo más importante, Hank habia vivido todas y cada una de esas cosas sin temer perderlas, sabiendo que la magia de cada momento se reduce en su capacidad de ser efimero y eterno al mismo tiempo.

Hank tomó aliento. Es apasionante como a veces algo tan sencillo como sentarse delante de su máquina de escribir le transmitia una sensación de paz así.

Entonces, Hank sacó su mejor whisky, se sirvió dos dedos y brindó por si mismo. Brindó por lo mejor que habia en él, por lo que habia vivido y por lo que quedaba, por las lágrimas derramadas y por todas las oportunidades que la vida le habia presentado, las que vinieron y las que se fueron.

Y, por último, brindó por un mundo sin miedo.

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